"AMOR A LA INCERTIDUMBRE": POSIBILISMO Y CONSOLIDACIÓN DE LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Notas sobre la consolidación de la democracia en América Latina
Albert O. Hirschman (Publicado en Enfoques alternativos sobre la sociedad de mercado y otros ensayos recientes, Juan José Urilla, FCE, México,1989, pp.174-179)
1. El punto de partida de todo pensamiento serio acerca de la oportunidades de consolidación de la democracia en América Latina debe ser, sin duda, el pesimismo. La razón principal es simplemente que los antecedentes históricos son muy poco prometedores. A este respecto, la reciente desintegración de regímenes autoritarios que parecían bien afianzados en Argentina, Brasil y Uruguay, y el evidente vigor de la nuevas corrientes democráticas en estos países no necesariamente son alentadores. Parece que la característica omnipresente de todo régimen político en los países latinoamericanos más desarrollados es la inestabilidad; afecta hasta las formas políticas autoritarias.
2. No tiene mucho objeto buscar la causa fundamental de esta inestabilidad. Su fuerza y duración sugieren que están en acción toda clase de factores convergentes, interrelacionados, desde la cultura y la estructura social hasta la vulnerabilidad económica. Asimismo, es vano establecer unos "requisitos" para consolidar la democracia; sencillamente servirían para determinar un plan por completo utópico para cambiar todo lo que ha sido característico de la realidad latinoamericana, y por tanto, equivaldría a desear que se disipara esa realidad.
3. Un modo particularmente pernicioso de pensar en la consolidación de la democracia- modo que es muy probable que haga una contribución a la desconsolidación, y así lo ha hecho en el pasado- consiste en estipular unas condiciones estrictas que hay que satisfacer si se quiere que la democracia tenga una oportunidad, tales como: un desarrollo económico dinámico debe reanudarse, hay que mejorar la distribución del ingreso, hay que afirmar la autonomía nacional, los partidos políticos deben mostrar espíritu de cooperación, la prensa y otros medios de información deben ser responsables, hay que estructurar las relaciones cotidianas entre personas, etc. Yo sospecho que es mucho más constructivo pensar en los modos en que la democracia puede sobrevivir y fortalecerse ante (y a pesar de) una serie de situaciones o evoluciones continuamente adversas, en muchos de estos respectos.
4. La inferencia que hay que sacar de todo esto va contra la corriente de gran parte del pensamiento científico social: en lugar de buscar condiciones necesarias y suficientes de cambio, debemos prepararnos a estar en busca de acontecimientos históricos insólitos, conjuntos excepciones de hechos favorable, senderos estrechos, avances parciales a los que concebiblemente pueden seguir otros, y similares. Debemos pensar en lo posible, y no en lo probable.
5. He aquí tres modos en que podemos aprender a pensar acerca de estas cosas:
a) Puede ser útil considerar la posibilidad de una disyunción entre las condiciones políticas y económicas que antes se habían creído indisolublemente vinculadas. Desde la destrucción de las frágiles democracias de Weimar y de España durante los años treinta, ha sido axiomático que un desmejoramiento de la salud económica será fatal para una democracia en embrión. Sin embargo, experiencias más recientes han demostrado que en diferentes épocas de la historia, la conexión es mucho menos directa. Los nuevo regímenes democráticos de España y de Portugal han logrado superar bastante bien las serias preocupaciones económicas que siguieron al segundo choque petrolero de 1978, y a la recesión mundial entre 1981 y 1983. Esta recesión fue particularmente aguda en Brasil, y condujo a niveles sin precedente de desempleo industrial en un país en que no hay protección contra ese peligro; no obstante la "apertura" política que se inició con el régimen militar en 1974 procedió sin perturbaciones y le siguió la actual fase de "democratización", durante la cuál se levantó la censura y el poder político volvió gradualmente a cuerpos y funcionarios elegidos. El paso final en el largo proceso será la elección de un presidente por el voto popular, por primera vez en más de 20 años: la fecha de este acontecimiento aún está por fijarse.
b) Hasta debemos considerar la posibilidad de avanzar en una pauta que he llamado "navegar contra el viento". Dadas dos metas deseables, como una forma de gobierno con instituciones democráticas consolidadas y una economía más próspera en que la riqueza esté más equitativamente compartida, es concebible que una sociedad dada pueda, en ciertos momentos, avanzar en una de estas direcciones deseables sólo al costo de perder algún terreno en la otra. Siempre que el movimiento se invierta, eventualmente podrá lograrse progreso en ambas direcciones, pero en cualquier momento el progreso en una dirección sólo podrá lograrse al costo de un regresión en la otra.
c) En realidad no creo que la situación esté tan llena de dilemas. Aunque no necesariamente todas las cosas van juntas, parece irrazonable afirmar que nunca lo hacen. Lo que es seguro es que un país que esté experimentando un nacimiento o renacimiento de la democracia encontrará que entre los muchos otros campos posibles que son deseable per se y que servirían para fortalecer la democracia, algunos están más cerca de su alcance que otros. Por tanto, la tarea consiste en observar bien tales diferencias (en lugar de aferrarse a ideas preconcebidas acerca de prioridades) y perseguir con particular energía tales necesidades conforme se abren. Así, en la secuela de los regímenes represivos del pasado reciente, hoy es poderosa y difundida una reacción contra las normas políticas autoritarias y un deseo de mayor participación. Además, en Argentina, Uruguay y Brasil han surgido muchas formas nuevas de movilización y militancia, desde grupos que defienden los derechos humanos en Argentina, hasta los movimientos populares católicos conocidos como Comunidades Eclesiales de Base en Brasil. Esta atmósfera puede ser el clima favorable para introducir valores democráticos de tolerancia y apertura a la discusión, no solo en el proceso político, sino en las pautas cotidianas de conducta entre grupos y personas.
g) Este puede ser un tiempo propicio, por lo tanto, para reflexionar acerca de la naturaleza de los valores cuya difusión en la sociedad es importante para la consolidación de la democracia. Llamaré brevemente la atención hacia dos contribuciones reciente a este campo, las cuales me parecen complementarias. Adam Przeworski, politólogo de la Universidad de Chicago, ha señalado en un artículo, intitulado en su versión portuguesa "Ama a la incertidumbre y serás democrático" (Novos Estudos, CEBRAP, julio de 1984) que una diferencia básica entre la democracia y el autoritarismo es que, en la primera, la incertidumbre acerca del curso de la política es característica notable del régimen, ya que tal curso depende de los inciertos resultados de las elecciones populares.
En un régimen autoritario, la certidumbre acerca de la futura política no es completa, desde luego, pero hay mucho mayor seguridad acerca de los tipos de políticas y direcciones que nunca se adoptarán. Por tanto, aceptar la incertidumbre sobre si nuestro propio programa será realizado es una virtud democrática esencial; yo debo evaluar la democracia más que la realización de programas y reformas específicos, por muy fundamentales que me parezcan para alentar el progreso, ya sea democrático, económico o de cualquier otra índole.
7. ¿En qué circunstancias es probable que cobre existencia esta virtud democrática, este "amor a la incertidumbre"?
Una condición mínima es que la ciudadanía adquiera cierta medida de paciencia. Supongamos que hay dos partido que han definido posiciones muy diferentes antes todas las cuestiones de importancia. Si se va a mantener la democracia después de una elección, el partido derrotado deberá estar dispuesto a esperar hasta la siguiente elección en lugar de ponerse a planear un golpe de Estado, un movimiento guerrillero o una revolución. Con esta condición, la sociedad podría tener una experiencia democrática y al mismo tiempo permanecer dividida en dos o más bandos antagónicos y sin que ninguno de ellos cambie sus opiniones. Los principios que los participantes aprueben pueden capacitarlos - o al menos eso creen ellos firmemente- a sostener opiniones definidas por completo ante todas las cuestiones presentes y hasta futuras, fuera de y por adelantado de toda deliberación común, campaña electoral o proceso político. No obstante, se da uno cuenta de que una sociedad cuyos miembros activistas están tan seguros del terreno que pisan y tan inmunes a todo argumento del exterior puede tener dificultades para atenerse al proceso democrático. Por esta razón, las posibilidades de supervivencia mejorarán si se satisfacen condiciones más exigentes que un simple aumento de la paciencia.
8. Según el teórico francés en política Bernard Manin, un genuino proceso político democrático implica que muchas de las personas que participan en él tiene una opinión inicial aproximada y un tanto incierta sobre varias cuestiones de política pública. A pesar del aire de certidumbre con que los candidatos a los cargos anuncian sus opiniones, las posiciones maduras de muchos electores y políticos sólo surgen cuando un verdadero debate y unas prolongadas deliberaciones acerca de los asuntos como parte del proceso electoral y legislativo. Una función principal de estos debates es desarrollar nueva información, así como nuevos argumentos. En consecuencia, las posiciones finales bien pueden estar a cierta distancia de las que inicialmente se sostenían, y no sólo como resultado de componenda política con fuerzas opuestas.
9. A la aceptación, por Przeworski, de la incertidumbre de resultados, Manin añade por lo tanto, como característica de la democracia, cierto grado de incertidumbre de parte de los ciudadanos acerca del curso apropiado que deben seguir, o la menos acerca de la validez de sus opiniones iniciales sobre diversas cuestiones. Esta incertidumbre sólo se resolvería en el curso de las deliberaciones que se llevan a cabo en varios foros democráticos.
Manin ve esta incertidumbre, esta falta de compromiso hacia una inflexible posición adoptada a priori, y la deliberación resultante acerca del curso adecuado a seguir, como sustitutos del requerimiento utópico y rouseauniano de unanimidad de la voluntad popular para establecer la legitimidad de las formas democráticas de gobierno. Por tanto, considera la incertidumbre y el proceso deliberativo que sigue más como un ideal al que hay que tratar de aproximarse que como un requerimiento rígido para una sociedad democrática.
No obstante, este análisis resulta ilustrativo para nuestros propósitos, Nos hace falta percatarnos de que la ausencia total de este tipo de incertidumbre, la falta de apertura a la nueva información y a la opinión de los demás es un verdadero peligro para el funcionamiento de una sociedad democrática. Muchas culturas -incluyendo la mayoría de las latinoamericanas que yo conozco- atribuyen considerable valor al hecho de tener opiniones claras prácticamente sobre todo, desde el principio, y de ganar una discusión en lugar de escuchar y descubrir que en ocasiones puede aprenderse algo de otros. En este sentido, están básicamente predispuestas a una política autoritaria, y no democrática.
9. Se puede considerar el asunto de esta manera: si se quiere que un régimen democrático tenga alguna oportunidad de sobrevivir, los ciudadanos debería aceptar la incertidumbre de Przeworski acerca de los resultados, y deberán adquirir cierta medida de paciencia. Para consolidarse, el régimen necesita, además, cierta medida de la incertidumbre de Manin, la conciencia de parte de los ciudadanos de que sus opiniones serán, y deberán ser, un tanto tentativas acerca de cuáles son las soluciones adecuadas a los problemas reales, antes de todo debate democrático. La cultura prevaleciente puede oponerse con energía a ambos tipos de incertidumbre, particularmente la de Manin. Se pueden interpretar los recientes regímenes autoritarios de Argentina, Brasil y Uruguay, en parte, como el resultado final de una política en que estas dos incertidumbres estuvieron ausentes por completo de la mentalidad de los principales actores políticos. La repulsión general que se siente contra esos regímenes podría implicar un cuestionamiento de estos hábitos mentales, por muy profundamente arraigados que puedan estar.
10. Cobrar conciencia de una importante inadaptación entre una cultura prevaleciente y los tipos de actitudes que se requieren para la democracia es un paso hacia adelante para superarlas. Providencialmente - y no en forma marxista- refinar nuestra interpretación del mundo significa, en este ejemplo, empezar a cambiarlo.
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