EL NCV Y LOS POPULISMOS DE NUESTROS TIEMPOS

Partamos de un hecho: el surgimiento y auge de los populismos iliberales representan un riesgo para la democracia liberal.  Lejos de ser un peligro restringido a un solo país o grupo de naciones se trata de un fenómeno mundial.  Sin embargo, antes de encararlos  es importante percatarse de sus complejidades  e identificar sus variedades.
Afortunadamente contamos con algunos estudios excelentes para hacerlo, entre los que se encuentra Del fascismo al populismo en la historia (2017) de mi colega Federico Finkelstein,:
"A escala global, el populismo no es una patología de la democracia sino una forma política que prospera en democracias particularmente desiguales, es decir, en lugares donde la brecha de ingresos crece y la legitimidad de la representación democrática decrece.  El populismo puede reaccionar socavando la democracia aun sin destruirla, y si y cuando llega a acabar con ella, deja de ser populismo y se convierte en otra cosa: una dictadura.
Históricamente, el populismo ha respondido a estos contextos (de derecha o izquierda) de manera diversa, y aunque esas respuestas se encuadren en culturas políticas y situaciones nacionales distintas, por lo general tienden al autoritarismo.  Esto se debe principalmente a que el populismo, como anteriormente el fascismo, interpreta que su propia posición es la única y verdadera forma de la legitimidad política.  La única verdad del populismo es que el líder y la nación forman un todo.  Para el populismo, la voluntad singular de la mayoría no puede aceptar otros puntos de vista. Aquí el populismo se parece al fascismo en el hecho de que es una reacción al modo en que el liberalismo y socialismo explican lo político.  Y, como el fascismo, una vez más, el populismo no le reconoce un lugar político legítimo a una oposición a la que acusa de actuar contra los deseos del pueblo y de ser tiránica, conspirativa y antidemocrática.  Pero esta negativa a reconocerle legitimidad a la oposición no suele ir más allá de la lógica de una demonización discursiva.  Se convierte a los adversarios en enemigos públicos, pero sólo en el plano retórico.  Si el populismo pasa de esa enemistad retórica a poner en práctica la identificación y persecución de sus enemigos, podríamos decir que se ha transformado en fascismo o en algún otro tipo de represión dictatorial...El populismo siempre puede convertirse en fascismo, pero es una posibilidad muy poco común, y cuando sucede, y el populismo se vuelve totalmente antidemocrático, deja de ser populismo.  El fascismo celebra la dictadura, el populismo nunca.  El fascismo idealiza y pone en práctica formas crudas de violencia política que el populismo rechaza en teoría y, por lo general, también en la práctica. De modo que es problemático hablar de populismo y fascismo como si fueran lo mismo, en la que medida en que ambos son significativamente distintos.  El populismo es una forma de democracia autoritaria, mientras que el fascismo es una dictadura ultraviolenta.  Los términos están conectados genealógicamente, pero por lo general no conceptual ni contextualmente.  Historizado de modo correcto, el populismo no es fascismo." (pp.26-27)

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