La trascendencia mundial (¿civilizatoria?) de las elecciones 2020 en EUA y el NCV.
La época de la posguerra fría ha concluido. Poco queda del triunfalismo de 1989-1991, y la ilusión de un mundo en el que el destino ineludible para el futuro era la democracia liberal y el capitalismo de mercado. Treinta años han transcurrido desde entonces, y la realidad es muy diferente a la esperada.
A mi juicio, no sería exagerado decir que actualmente nos encontramos en el vórtice de un gran conflicto de dimensiones civilizatorias. Éste ya se libra en varios ejes, y congrega de forma menos nítida de lo que podría pensarse, a varios campos enfrentados. Aunque, las categorías de izquierda-derecha no nos sirven mucho para entenderlos, resulta difícil escapar a una visión maniquea. Por un lado se encuentra, el populismo Iliberal de tendencias más o menos autoritarias, el cual frecuentemente se alinea con el nuevo nacionalismo, la xenofobia, el proteccionismo, y el "negacionismo" de la evidencia científica cuando se trata de problemas medioambientales globales y sobre todo los acuerdos como el de París para intentar enfrentarlos, vistos como "imposiciones" adversas al "verdadero interés nacional". Ciertamente los movimientos, partidos y gobiernos identificados con esta posición no han integrado algo tan estructurado como lo que fue el eje Berlín-Roma-Tokio y anexos de hace ochenta años. Sin embargo, bajo la batuta de personajes como Steve Bannon empiezan a establecerse vínculos transnacionales entre ellos.
Me gustaría poder continuar esta reflexión argumentando que la contraofensiva mundial al populismo iliberal ya se haya claramente en ciernes, pero me temo que no es aún el caso. Es cierto que existen organizaciones, aliados para la causa muy valiosas, como "Open Society", Human Rights Watch, Amnesty International y otras similares, . Sin embargo, todavía queda mucho por hacer para la formación de un "Nuevo Centro Vital" en cada uno de los países y para la construcción de una alianza internacional en defensa de los derechos humanos universales, para combatir el cambio climático y sus efectos, y hacer los ajustes institucionales que la economía mundial "post-neoliberal" requiere en materia de reglas comerciales, de inversión y monetarias que le permita un margen considerablemente mayor a los gobiernos nacionales para proteger a los sectores afectados y más vulnerables de su población.
Para concretar una alianza de esta naturaleza se requiere no solo de recursos, también de liderazgo ideológico, político y geopolítico. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, contamos con los recursos y liderazgo de los Estados Unidos del "New Deal" y las "Four Freedoms" roosveltianos para construir un nuevo orden mundial basado en estos mismos valores liberales, democráticos y progresistas. Sin ellos y sus aliados, no se habría establecido la ONU, el Banco Mundial, etcétera, y mucho menos redactado la declaración de los derechos humanos universales de 1948. Lamentablemente, lo que tenemos ahora es un grave vacío de liderazgo internacional para este proyecto, debido, obviamente, a la terrible calamidad trumpiana. Pese a sus buenas intenciones, la señora Merkel y el señor Macron ya tienen suficiente en sus manos con los problemas de sus respectivos países, sus vecinos y de la posiblemente agonizante Unión Europea.
Las reflexiones anteriores muestran la trascendencia no solo doméstica o binacional, sino mundial, e incluso civilizatoria, de las elecciones del año que entra en los Estados Unidos. Por esta razón, estoy convencido de que el mundo entero, y no solo los ciudadanos estadounidenses con derecho a votar, debemos prestar mucha atención a dicho proceso. Por el bien de la humanidad: ¡Qué Dios nos ayude e ilumine a los candidatos y electores estadounidenses!
A mi juicio, no sería exagerado decir que actualmente nos encontramos en el vórtice de un gran conflicto de dimensiones civilizatorias. Éste ya se libra en varios ejes, y congrega de forma menos nítida de lo que podría pensarse, a varios campos enfrentados. Aunque, las categorías de izquierda-derecha no nos sirven mucho para entenderlos, resulta difícil escapar a una visión maniquea. Por un lado se encuentra, el populismo Iliberal de tendencias más o menos autoritarias, el cual frecuentemente se alinea con el nuevo nacionalismo, la xenofobia, el proteccionismo, y el "negacionismo" de la evidencia científica cuando se trata de problemas medioambientales globales y sobre todo los acuerdos como el de París para intentar enfrentarlos, vistos como "imposiciones" adversas al "verdadero interés nacional". Ciertamente los movimientos, partidos y gobiernos identificados con esta posición no han integrado algo tan estructurado como lo que fue el eje Berlín-Roma-Tokio y anexos de hace ochenta años. Sin embargo, bajo la batuta de personajes como Steve Bannon empiezan a establecerse vínculos transnacionales entre ellos.
Me gustaría poder continuar esta reflexión argumentando que la contraofensiva mundial al populismo iliberal ya se haya claramente en ciernes, pero me temo que no es aún el caso. Es cierto que existen organizaciones, aliados para la causa muy valiosas, como "Open Society", Human Rights Watch, Amnesty International y otras similares, . Sin embargo, todavía queda mucho por hacer para la formación de un "Nuevo Centro Vital" en cada uno de los países y para la construcción de una alianza internacional en defensa de los derechos humanos universales, para combatir el cambio climático y sus efectos, y hacer los ajustes institucionales que la economía mundial "post-neoliberal" requiere en materia de reglas comerciales, de inversión y monetarias que le permita un margen considerablemente mayor a los gobiernos nacionales para proteger a los sectores afectados y más vulnerables de su población.
Para concretar una alianza de esta naturaleza se requiere no solo de recursos, también de liderazgo ideológico, político y geopolítico. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, contamos con los recursos y liderazgo de los Estados Unidos del "New Deal" y las "Four Freedoms" roosveltianos para construir un nuevo orden mundial basado en estos mismos valores liberales, democráticos y progresistas. Sin ellos y sus aliados, no se habría establecido la ONU, el Banco Mundial, etcétera, y mucho menos redactado la declaración de los derechos humanos universales de 1948. Lamentablemente, lo que tenemos ahora es un grave vacío de liderazgo internacional para este proyecto, debido, obviamente, a la terrible calamidad trumpiana. Pese a sus buenas intenciones, la señora Merkel y el señor Macron ya tienen suficiente en sus manos con los problemas de sus respectivos países, sus vecinos y de la posiblemente agonizante Unión Europea.
Las reflexiones anteriores muestran la trascendencia no solo doméstica o binacional, sino mundial, e incluso civilizatoria, de las elecciones del año que entra en los Estados Unidos. Por esta razón, estoy convencido de que el mundo entero, y no solo los ciudadanos estadounidenses con derecho a votar, debemos prestar mucha atención a dicho proceso. Por el bien de la humanidad: ¡Qué Dios nos ayude e ilumine a los candidatos y electores estadounidenses!
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